Si me tienes un poco de paciencia te cuento que:
Sucedió una ocasión, que se reunieron para desayunar Don Magnate y Don Empresario; principales socios de varias firmas bancarias, dueños de dos empresas petroleras, de una flota de barcos mercantiles, de varias lÃneas aéreas y de una empresa fabricante de automóviles, para comentar sobre sus negocios cuyas variaciones fluctuaban impresas en una grafica mostrando una lÃnea verde que subÃa, cuando la producción iba a mejor y bajaba, a la vez que se volvÃa amarilla y en caso de que esta bajara más de determinado nivel lucÃa un color rojo intenso y significaba que habÃa que poner una especial atención para descubrir y remediar los motivos del peligroso descenso. Verticalmente, habÃa un indicador, que mostraba que los promedios eran considerados mensualmente y al mismo tiempo, al año que correspondÃa cada mes; de manera muy objetiva y clara, se podÃa observar en cada año la tendencia predominante y en que mes se producÃan los movimientos. A cada una de las empresas, en las que trabajaba su inversión, correspondÃa una gráfica en particular, pero uno de los empleados de más confianza, se encargaba de hacer extracto global con la información contenida en todas las gráficas.
La estrategia de tener, tan diversificadas sus inversiones, daba como resultado que cuando una de las empresas parecÃa bajar, siempre habÃa otra que tendÃa a subir, de manera que de una manera u otra se compensaban las pérdidas de la una con las ganancias de la otra. AsÃ, a manera de un pulpo, hacÃan frente a sus competidores arriesgando muchas veces una de sus empresas para hacer eficaz frente a sus competidores, mientras otra bogaba viento en popa y rindiendo beneficios a por mayor; mientras que su inversión, estaba segura y las ganancias, por un lado o por otro, se incrementaban de forma increÃble.
En esta ocasión, en particular, ninguna de sus firmas estaba en conflicto casual ni inducido y todo parecÃa , según los diagramas, que podÃan echar las campanas al vuelo, pero a muy a pesar de ello Don Magnate se mostraba inconforme y ambos coincidieron en que arriesgaban mucho su capital, al confiarlo a los altibajos del mercado, empleados desleales, problemas de tipo laboral y la competencia, que parecÃa no dormir nunca.
- Hay que pensar, en un negocio, en el que haya necesidad de muy pocos y leales empleados y que reditúe buenas ganancias, con las menores mermas posibles – dijo Don Magnate, a Don Empresario – Te dejo, como un encargo especial, descubrir un negocio de esas caracterÃsticas y te aseguro que los dos saldremos bien beneficiados.
Don Empresario, especialista en tácticas laborales, estrategias de mercadotecnia y financieras, sintió el peso de la responsabilidad que se echaba encima y se retiró meditabundo. Este encargo tan especial, venido de alguien tan especial y tan difÃcil de soslayar, lo dejarÃa insomne varias noches y con desgano para lo más elemental, como eran sus alimentos.
Hizo juntas de negocios, con varios colegas, hablando con ellos de varios temas y sin tratar concretamente ninguno, esperando que durante las conversaciones surgiese algún detalle inspirador, para la resolución del enigma propuesto.
Se reunÃa, con los lÃderes sindicalistas con cualquier motivo de orden laboral, que coincidió en esa ocasión, que ellos solicitaban mejores condiciones de seguridad e higiene en los centros de trabajo. Ãl, pensando en su rompecabezas aceptó todas las demandas; que tuviesen los trabajadores, un sitio apropiado y aparte de su lugar de labor, donde degustar sus alimentos a la hora de la comida, era solo una de las demandas y otra entre tantas que habÃa en su pliego petitorio era, que autorizase la fundación de una mutualista dentro de la empresa, con la finalidad de recabar fondos hasta reunir una cantidad suficiente para ayudar a sus deudos en gastos de defunción, cuando se diese el fallecimiento de cualquiera de ellos. Una mÃnima cantidad, serÃa descontada en nómina a cada trabajador, que con el tiempo serÃa una cuantÃa considerable y suficiente para el efecto deseado.
Don Empresario, escuchaba todo aquello, sin atender del todo y sin entender gran cosa, en su mente revoloteaba la consigna encomendada y dijo que sÃ, como el que deshoja una margarita... me quiere, no me quiere... en este caso, decÃa si a una petición y a dos, decÃa que no, sin escuchar. Empero, dentro del cúmulo de pensamientos ajenos, que se introdujeron por sus oÃdos para llegar a su cerebro, hubo algo en el que reparó su subconsciente y le dio un aviso, pero como todos lo hacemos, lo ignoró y siguió en lo suyo.
Continuó con sus actividades, reuniéndose con gentes de diversa Ãndole, con la intención de indagar sobre el encargo especial que le habÃa sido encomendado; lo hizo, con los representantes de una asociación de comerciantes, con dirigentes polÃticos, se atrevió a dar la cara durante una manifestación que amenazaba huelga del personal de tierra de una de sus lÃneas aéreas más productivas, a la que estaban dispuestos a sumarse los pilotos y aeromozas. Dio, solución benevolente a muchas de sus demandas, nada más hasta el punto en que se lograba conjurar la amenaza de huelga general.
Poco después de esto, se dio el fatal accidente de uno de los aviones de la misma lÃnea aérea, falleciendo en el suceso todo el personal de a bordo y para acallar su conciencia y las demandas de los deudos, tuvo que pagar sumas exorbitantes a los familiares de los pasajeros, pues en busca de responsabilidades resultó que la administración habÃa sido culpable del incidente. Como muestra de solidaridad, asistió a las exequias de su personal, siendo testigo del dolor ocasionado por aquella tragedia y de pronto... como un chispazo, en su mente se produjo de nuevo el mensaje ignorado en otra ocasión, pero en esta, era tan claro. ¡Si! ¿Porqué no? ¡Pues, claro!.
En cuanto tuvo oportunidad, se apartó de la negra multitud y ordenó a su ayudante más cercano, que fuese con Don Magnate y concertase cita con él, para el dÃa siguiente a la hora del desayuno.
Al otro dÃa, ya poniendo azúcar a su café con leche preferido, se disponÃa a desglosar ante el jefe el negocio de su vida, un seguro para después de la muerte.
Don Magnate, inicialmente movÃa la cabeza oscilando de lado a lado denotando su incredulidad – Se ha dado cuenta Usted, del miedo que causa la muerte? – DecÃa Don Funcionario - ¿Sabe cual es la mayor preocupación de una persona, respecto a su deceso? Sepa usted señor mÃo, que lo más seguro que existe en la vida, es que todos vamos a morir. Hasta ahora, nadie, ha escapado a esa realidad y la mayor de las preocupaciones de un hombre, es que sus hijos queden a la deriva financieramente y como a las viudas les conviene, ellas nos ayudarán a convencer a los maridos de que deben aceptar nuestro ofrecimiento.
Don Magnate, jugaba de vez en cuando juegos de mesa, mediante los cuales habÃa aprendido a no hacer visibles sus emociones y cuando, tenÃa todas las de ganar no movÃa un párpado y, cuando era inminente la pérdida de una gran fortuna seguÃa igual de impasible, mostraba escepticismo y desinterés. Pero de alguna manera, subjetivamente, provocaba al otro para que siguiese en su perorata.
- Para que los trabajadores – Abundaba Don Empresario – puedan suscribirse a lo que ahora propongo, deberán pasar un previo examen médico de manera que tendremos la seguridad de que nuestros afiliados son saludables fÃsicamente y en lo demás, al solicitar empleo les haremos exámenes sicológicos como requisito indispensable, de manera que sepamos sus debilidades y asÃ, sabremos que nuestros afiliados no son suicidas potenciales. Por una mÃnima cantidad, descontada por nómina, ofreceremos una increÃble suma de dinero, tanta que no pueda ser despreciada por el hombre más templado, misma será pagada a quién inscriba libremente como beneficiario. Nuestro personal, el mismo de los bancos, cualificada para tal efecto y dentro de sus mismas labores que desarrollan actualmente, pueden hacerse cargo de esta encomienda. AsÃ, no habrá necesidad de contratar más personal para el efecto. El negocio, no necesita ni siquiera capital, porque los mismos abonados nos lo proporcionarán; no vendemos, ningún producto perecedero, solo ponemos a la venta una promesa respaldada por nuestra capacidad de solvencia y que se verá cumplida única y excepcionalmente en casos muy concretos, pues defenderemos que cada párrafo, de cada cláusula del contrato sea cumplido estrictamente.
Don Magnate, bebió su último sorbo de café árabe y recomendó – Afina los detalles en tu idea, pues no es del todo mala – Don Empresario, no quiso mostrar rebeldÃa, ni quiso hacer notable la interrogación que se le incrustó en su mente. Bajó la mirada y se retiró, meditabundo como antes.
Echó mano, a su departamento legal, llamó a sus abogados más cualificados, en cada una de las ramas de la jurisprudencia y se dio a la tarea de hacer un proyecto escrito de lo que serÃa un contrato individual de seguro de vida. Comenzó, convenciendo al personal de vuelo de las lÃneas aéreas, después su labor continuó con la tripulación marÃtima; toda esa gente, hacÃa padecer a sus familiares cada vez que salÃan de viaje y en cada despedida, nadie sabÃa cuando serÃa la última.
Poco después, la inercia, llevó a los empleados de tierra a suscribirse, pues creyeron que era lo mejor para sus familias, los obreros de las factorÃas y los conductores de autos hicieron lo propio.
Se hizo publicidad promoviendo, no tanto el miedo a la muerte, sino a las consecuencias para los que se quedan vivos, la esposa y los hijos generalmente. Antes de eso, las esposas temblaban al pensarse viudas, ahora con este proyecto se liberaban parcialmente de ese temor, hasta podÃan darse el lujo de desearlo, pero – que sea de muerte natural, claro.
Pasó el tiempo, el negocio del miedo, resultó por mucho más fructÃfero que el resto. En un incendio, se vio reducida a cenizas una mansión y Don Empresario, observando y calculando, pensó en asegurar también las viviendas, después los autos y los bienes inmuebles. La gente, hizo grandes colas para asegurar, no solo su vida, querÃa asegurar también todas sus pertenencias, sus riquezas en especie y en efectivo, su cuerpo y cada una de sus partes, por esa mÃnima suma que – Cualquiera, se bebe en una noche de borrachera.
Nadie, estaba dispuesto a perder nada y si la perdÃa, recobrar algo mediante los seguros. Don Empresario, observando como siempre, sonreÃa con beneplácito se sentÃa satisfecho de haber colaborado en algo para el beneficio de la humanidad, mientras su bolsillo reventaba con sus ingresos, producto de una esperanza ante la fatalidad.
Los precavidos, con la ilusión, de cobrar un buen dinero por la pérdida de algo o alguien, cualesquiera que fuese ese algo o alguien.
Todo, se hacÃa por si las dudas, que nadie sabe en que momento pueda darse un percance y la magnitud del mismo; podrÃa fácilmente, quedar invalido de por vida y que va a ser de mà y mi familia...